jueves, 5 de marzo de 2015

Matemáticas.

No me han gustado en la vida. 
Soy de letras. 
¡Qué le vamos a hacer! 
   Pero por increíble que parezca, a Marta no se le dan mal. Pero las odia.

   A principios de este curso, nos dimos cuenta de que le costaba un montón el cambio de operación, es decir, si estaba sumando, y en medio de las sumas le ponían una resta, ella seguía sumando.
 Y a la inversa, si estaba restando y se "tropezaba" con una suma, se quedaba bloqueada y nos preguntaba cómo se sumaba. No sabía hacerlo.
El problema era, que ella dominaba la operación que estaba realizando y cuando le cambiaban de ejercicio ya no sabia la mecánica, o no se acordaba. 


   Esto, ya parece superado. Pero, de repente, entraron en nuestra vida las multiplicaciones (una de las pesadillas de los disléxicos).

El trayecto en coche de casa al cole, lo pasábamos repasando las tablas. Y para cuando sabíamos la del 9, ya se había olvidado de la del 2. 

Fueron días y días repitiendo las tablas de multiplicar a todas horas.
 En la ducha, comiendo, cenando, en el coche y ya hasta soñando (tanto ella, como yo).
Ahora no os voy a decir que las sepamos de fábula, pero cuando se atasca, escribe la tabla del número que sea, entera, y así, se acuerda.

Este trimestre, estamos dividiendo, aunque soy incapaz de que le entre en la cabeza que cuando vamos a dividir algo se dice "entre" no "por". Hace unos minutos tuvimos ésta conversación, que se repite más de lo que me gustaría:
- "Mamá, tengo que dividir 48 por 4".
- "Marta, se dice dividir entre".
- "Ya, bueno, eso mismo".
- "Muy bien, pues venga, ¿cómo lo haces?".
- "Pues despacio".
- "Vale, pero que coges el 4 o el 48".
- "Pues escojo no hacerlo, porque estoy cansada".
- "Venga Marta, ¡que ya acabas....!"
- "Si, y tú te lo crees " (esto en voz baja).


No os podeís imaginar el estado de la mesa, después del arco iris tuti-fruti que ha pintado hoy.