miércoles, 18 de febrero de 2015

Dora.

   Hace ya casi tres meses que nuestra familia aumentó.
   Beatriz, como todos los niños del universo quería un perro. Y como todos los niños, lo quería con toda su alma.
   Su padre y yo solíamos cortar el asunto diciéndole que si estaba dispuesta a recoger "sus cositas" en la calle, entonces nos lo pensaríamos. Ella sabrá lo que se imaginaba, porque le daba una arcada y allí se acababa el tema.
  Pero, durante el verano, pasan un mes de vacaciones en casa de los abuelos, que tienen perros, y a la vuelta, la palabra perro salia de la boca de Beatriz casi tanto como la de "jooooo". Hasta ella misma reconocía que estaba "un pelín" obsesionada.

   Un día, nos reímos mucho porque caminando por la calle encontramos una caca enorme, que lo mismo podía haber sido de un elefante, y su padre les dijo:
 "Beatriz y Marta, si recogéis esa caca, mañana mismo tenéis perro".
   En ese momento, creo que me dieron arcadas hasta a mí. Por supuesto, huyeron despavoridas. 

  Pero un buen día de  noviembre, en la Fiesta de Otoño de nuestra ciudad, la protectora de animales había instalado un puesto para la venta de calendarios y recaudación de fondos para la Asociación, y además, tenía varios cachorritos que estaban a la espera de ser adoptados.
Fue amor a primera vista.... 
   Nos conquistó el corazón en menos de 5 segundos. Había sido abandonada junto a sus hermanos en una bolsa de plástico a los pocos días de nacer y los habían tirado a la orilla de la carretera.
   La primera noche que pasó en casa, la metimos en una caja grande de cartón y la pusimos a dormir al lado de la chimenea (que es su sitio desde entonces) y recuerdo que les explicamos a las niñas que iba a llorar mucho porque era un sitio nuevo para ella y que tendrían que ocuparse de tranquilizarla. 
   Esa noche, ni mi marido ni yo pegamos ojo. Nos turnamos para bajar con ella y que no se sintiera sola porque no íbamos a ceder y nos la íbamos a subir a la planta donde dormimos. Pues bien, a la mañana siguiente cuando llegó la hora de despertarse para ir al cole, las dos nos dijeron:
- " Menuda perra más buenísima hemos adoptado, no ha llorado nada en toda la noche...."
- "Bueno, en realidad, las que habéis dormido como troncos sois vosotras".
  La verdad, es que estamos contentísimos con la adopción. 
  Adora a las niñas y ha hecho que cambiemos nuestras rutinas. Nos acompaña al cole por las mañanas, y se queda llorando cuando las ve cruzar la verja del cole. Y a la salida, se hace pis de la alegría de volver a verlas.
   Y después de comer, salimos a dar un paseo que hace que nos dé más el aire que antes, que nos sentábamos a hacer las tareas y no nos movíamos  en horas. Ahora, como Dora tiene que salir, paseamos, corremos con ella y hace que disfrutemos más del aire libre.

   El dibujo anterior era de Beatriz, y éste, es de Marta.

   Esta es nuestra Dora. Esta foto se la hemos hecho esta tarde en nuestro paseo.