jueves, 19 de febrero de 2015

Las tareas.

   Marta, nunca, nuca, nunca jamás de los jamases quería hacer la tarea. 
  No encontraba ni el momento, ni el lugar, ni muchísimo menos las ganas de ponerse. Este, por lo visto, es un rasgo típico de niño disléxico.
   Han sido varios años de lucha constante por encontrar el mejor momento. Y como no había ninguno, al final, empezábamos mal. Y cuando empiezas mal, acabas peor.
   Siempre era como un combate. Ella por un lado negándose a coger el lápiz, poniéndose histérica si le borraba lo que había hecho mal y distrayéndose con el paso de, no digo ya una mosca, sino de una mota de polvo. 
   Y yo, como "Maléfica" con dos cuernos retorcidos, la sangre a una temperatura de 100 grados centígrados corriendo por las venas y con los ojos rojos de fuego centelleante, porque las horas pasaban y pasaban y no hacíamos otra cosa que estar delante de los libros, peleando y peleando sin parar.

   Yo suelo pedir tutoría más o menos una vez al mes. Y llego un día, que me puse a llorar sin consuelo hablando con su tutor. Ya no podía más.
   Al día siguiente, me concertaron otra reunión con la orientadora que me dijo: 
- "Porque dices hacemos la tarea, estudiamos.... Tú ya fuiste al colegio ¿verdad?." 
- Pues si.
- Entonces, que pasa ¿que estás matriculada de nuevo?
- No, pero todo lo que ella tienen que hacer lo hago con ella.
- Pues verás, la tarea no se la pones tú, ni es tuya, así que, si no quiere hacerla le dices: yo no te he puesto esta tarea. ¿Que no la quieres hacer?, no la hagas. El maestro ya te dirá lo que te tenga que decir. Y si te castiga sin recreo es cosa tuya. Yo no tengo nada que ver".
"Y es muy importante que la tarea se empiece a una hora y se acabe a otra".

Madre mía, que cambio. 

Efectivamente, me quité de en medio. Ese mismo día, empezamos como siempre: 
- "Marta es la hora de ponerse a hacer la tarea"
- "Espera un poco, que estoy jugando con osito".
- "Muy bien, pero a las siete se acabó la hora de hacer tareas. Lo que no esté hecho para esa hora se queda sin hacer".
- "Vale".

   Por supuesto, cuando se puso, no le dió tiempo. Vomitó, se puso histérica y lloró desconsoladamente (yo hice lo mismo sin que ella me viera). Llevó gran parte de su tarea sin hacer, y su maestro le castigó sin recreo para que pudiera hacerlo en clase.
Pasamos una tarde horrible, pero sólo fue una más.
   Ahora ya sabe que  es cosa suya. Y solo suya. Y más de una vez ha llevado cosas sin hacer. Pero el mal rato de explicar por qué no lo ha hecho lo tiene que pasar ella. 

  No os voy a engañar, a Marta le sigue costando mucho ponerse a hacer la tarea. Lo siento, no hay milagros. Pero ya no tenemos esas macro fiestas diarias. Ahora cuando ya no quiere seguir (aunque se me hinche alguna vena del cuello o note que se me empieza otra vez a calentar la sangre de las venas), pues respiro hondo (como mil veces) y lo lleva sin hacer.



   Me gustaría mucho, que si hay alguien en la misma situación que nosotras y que está leyendo estos desahogos diarios, se anime a contarnos lo que quiera. Para nosotras sería muy alentador.





 Este dibujo lo ha hecho Beatriz. Dice que es el abuelo con ellas. No sé que pensará el abuelo cuando vea que le ha dibujado con bastón, y bigote...

Estos dos son de Marta.