miércoles, 11 de febrero de 2015

A recibir el nuevo día y borrar el anterior. Sobre todo si fue malo.

   Es nuestro segundo día aquí. Y lo vamos a aprovechar para contaros como llegamos al diagnostico de la disléxia, que ni siquiera eso ha sido un camino fácil.
  
  Cuando Marta tenia 4 añitos me dijo que ella no quería ir al instituto, lo cual teniendo en cuenta la edad que tenía a mí me hizo más gracia que otra cosa porque yo estaba segura de que no sabía lo que era un instituto. Lo que en realidad sucedía es que ya me estaba diciendo que no quería saber nada de  ir a clase porque le resultaba una pesadilla.
   En su etapa de infantil de 4 y 5 años, su tutora me decía que era una niña que si no se ponía a trabajar con ella, no hacía las cosas. En ese momento, simplemente pensábamos que Martita era un poco vaga. A esa edad es casi imposible detectar nada puesto que los niños prácticamente ni leen ni escriben.
   El problema llegó en primero de primaria cuando ya tocó coger un lápiz para escribir y un libro para leer. En ese curso, la maestra de Marta me decía que la niña confundía:
- La b y la v.
- La p y la q.
- La m y la n.
- La b y la d.
- La c y la z.
- La a y la o.
   Y que cambiaba las silabas trabadas de sitio, es decir, si había que leer pro- ella decía por-. Pero no mencionó la disléxia, sino falta de madurez de la niña. Cosa que sorprendía un poco teniendo en cuenta que oralmente se expresa como una persona mucho más mayor y además a una velocidad abrumadora (incluso para mí, que tengo fama de charlatana).
   En segundo de primaria, su tutor prácticamente a la semana de estar con ella me pidió autorización para hacerle las pruebas de la disléxia a Marta que determinaron que además de ser una niña super inteligente era disléxica. Y además mucho.

   Este resumen, obvia los ratos interminables delante de la tarea, con castigos, desesperación por ambas partes y muchos ratos de llanto, en conjunto y en solitario de ambas.

   Marta, por circunstancias laborales de sus padres, se ha mudado de cole tres veces. Infantil de 3 años lo cursó en un cole mediano. Con esa edad nos mudamos y los dos cursos siguientes de infantil los pasó en un colegio enorme (aproximadamente 700 alumnos) y después volvimos a mudarnos y ahora está en 3º de primaria en un colegio rural.
   Os cuento esto, porque después de haber pasado por tres tipos distintos de colegios, os digo que para los niños con disléxia no hay nada mejor que un colegio pequeñito como el nuestro. Tienen una atención constante y personalizada. Marta realiza los exámenes como sus compañeros por escrito, pero su maestro en las preguntas que hay mucho que contestar se las hace oralmente. Y luego, cuando llega la hora de dar las notas, su maestro se tiene que acercar a ella (y en voz muuuuyyyy bajita para que sus compañeros no se rían) decirle si ha aprobado o suspendido porque para ella las calificaciones numéricas no significan nada: 
"Mamá, he sacado un tres en lengua, ¡jo que susto! por poco suspendo...."
   

   Este dibujo lo hizo ayer Marta en su descanso diario entre matemáticas y lengua. Es especialista en casas. Sólo dibuja eso.

4 comentarios:

  1. Hola Marta: Vale, eres disléxica y cariñosa, valiente, aventurera, buena deportista, buena compañera, buena amiga, excelente pinche de cocina, trabajadora..... Tienes un montón de risas y sonrisas que iluminan el día más nublado y todas son maravillosas. Si, eres disléxica y millones de cosas maravillosas más.

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    1. Gacias maru es muy vonito mea encantado muchos vesos Marta

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  2. Marti.
    No olvides nunca que todos los que te queremos (y somos muchos) te queremos por tu sonrisa, por tus locuras, por tus ganas de jugar, de bromear... ¡Incluso por tus enfados!
    Y en todo ese amor no importa ni la "b" ni la "v", la "p" o la "q", la "a" o la "o"..... SOLO IMPORTAS TÚ

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