lunes, 23 de febrero de 2015

La tía Marta.

   Así es como la conocemos en casa. 
  Pero además de la tía con la que juegan a maquillarse, ponerse tacones y vestidos, mientras bailan con la música a tope, también es psicóloga y psicopedagoga infantil. 
   Y en el aspecto profesional es muy buena. Eso dicen todos los que han trabajado con ella (para que no penséis que me ciega el amor fraternal).
    Ella fue la primera que me dijo que Marta tenía una dificultad, pero he de decir (la he pedido perdón como mil millones de veces) que no la hice mucho caso, porque es mi hermana pequeña y en casa del herrero cuchillo de palo. 
  También tengo que aclarar que por desgracia vivimos a 800 km de distancia, y, que ella sólo me da consejos telefónicos, porque nos vemos mucho menos de lo que nos gustaría.
   En cualquier caso, le he pedido (y he tenido que insistir, porque está muy ocupada) que una vez a la semana escriba una entrada profesional sobre la dislexia y ¡¡¡lo he conseguido!!!. 

Hoy vamos con la primera:


   La dislexia es trastorno del lenguaje que afecta básicamente al aprendizaje de la lectura, pero que se manifiesta también en la escritura; se da en personas con una inteligencia normal o alta que no padecen alteraciones sensoriales y que han recibido una instrucción adecuada.



    Comprender las verdaderas dificultades y esfuerzos que un niño con dislexia debe realizar ante el aprendizaje de la lectura no es fácil para padres y profesores, especialmente si no se tiene en cuenta que el desarrollo de las habilidades lectoras son independientes de otras habilidades cognitivas y lingüísticas, como la inteligencia, razonamiento, memoria o vocabulario. Es frecuente que tanto los profesores como los padres, al no ser conscientes de la  independencia entre unos y otros procesos, les resulte increíble que el niño pueda tener un aprendizaje tan deficiente en la lectura y, en cambio, tiene buena inteligencia, buen nivel de razonamiento, buena memoria y un buen nivel de vocabulario. Esta discrepancia es la que, a menudo, hace pensar en una falta de motivación e interés por parte del niño, considerándolo como un “vago”. Lo que le lleva a sufrir una cierta persecución por parte de los adultos.



   Durante el aprendizaje de la lectura, las dificultades que muestran los niños con dislexia son las mismas que muestran los niños que tienen una maduración más leta, lo que hace difícil el diagnóstico temprano de dislexia y, por lo tanto, la intervención. No es hasta los 7-8 años cuando podemos establecer un diagnóstico fiable de dislexia.

En 2º de Educación Primaria, especialmente hacia el 2º y 3er trimestre es cuando comienza a hacerse patente la persistente dificultad para adquirir las habilidades lectoras. Es en este momento cuando podemos establecer un diagnóstico de dislexia.


Marta Palomera. 


   He puesto en el pie de página un enlace con su pagina web por si hay alguien que quiera contactar con ella. 
   Y ahora los dibujos del día. Así es como ven ellas a su tía.